Editorial | Siruela |
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Colección | Libros del Tiempo |
Fecha de Edición | 1/3/2009 |
Encuadernación | Rústica |
Medidas | 105×150 mm |
Páginas | 193 |
Stock | Disponible para envío |
CONSEJOS A LOS POLÍTICOS PARA GOBERNAR BIEN
PLUTARCO
Plutarco (h.46-50-h.120) fue un historiador, biógrafo y filósofo moralista griego. Nació en Queronea, durante el gobierno del emperador romano Claudio. Realizó muchos viajes por el mundo mediterráneo, incluyendo uno a Egipto y varios a Roma. Gracias a la capacidad económica de sus padres, Plutarco estudió filosofía, retórica y matemáticas en la Academia de Atenas sobre el año 67. La mayor parte de su vida la pasó en Queronea, donde fue iniciado en los misterios del dios griego Apolo. Llevó una vida social y cívica muy activa. Más moralista que filósofo e historiador, fue uno de los últimos grandes representantes del helenismo durante la segunda sofística, cuando ya tocaba a su fin, y uno de los grandes de la literatura helénica de todos los tiempos.
Los tratados A un gobernante falto de instrucción y Consejos políticos, ambos redactados en forma de diatriba, forman parte, con otros tres, de lo que podríamos llamar un corpus politicum dentro de las obras plutarqueas reunidas bajo el nombre latino de Moralia. El primero parte de la petición que le hacen los habitantes de Cirene de un código de leyes para el gobierno de su ciudad, hecho que aprovecha nuestro autor para defender en la política el papel de la razón, fundamentada en la filosofía. Con su ayuda y con la de la Ley y el Derecho –representantes de Zeus entre los hombres–, el gobernante bien formado estará en condiciones de ejercer el poder de forma justa. El segundo tratado, escrito a instancias del joven Menémaco, que desea dedicarse a la política, versa sobre la actuación del gobernante. Plutarco resume en él los motivos por los que un joven debe comenzar una carrera pública, los dos caminos para llegar a ella, así como, una vez alcanzada esa meta, el mejor comportamiento en cualquiera de los cargos alcanzados y su obligación de colocar el bien común –el de la ciudad– sobre cualquier otro objetivo.