TRISTEZAS. PÓNTICAS

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Poeta fundamental de la literatura latina, Publio Ovidio Nasón (43 a.C.?-17 d.C.) demostró siempre una enorme facilidad para versificar y una capacidad para combinar los géneros poéticos. Su constante afán de experimentación y su genio creador escapan a cualquier intento de clasificación, pero en sus obras siempre hay una constante: el amor. Dentro de la poesía latina, la figura de Ovidio ocupa una destacada a la par que singularísima posición. Su fama fue ya considerable en vida, en modo alguno menguó mientras duró el mundo antiguo y se mantuvo e incluso aumentó con el tiempo.
Isla de Elba, otoño del 8 d.C. (¿o quizá del 9?); Ovidio pasa unas «vacaciones» en casa de su amigo Máximo Cota (Ponto II 3, 83). Una terrible noticia le llega. Mediante un decreto de Augusto, recibe la fatal orden por la que se le destierra a Tomis (la actual Constanza rumana), en la nación de los getas, a orillas del mar Negro. Ovidio estaba en su momento de máximo esplendor literario, reconocido por sus coetáneos como el mejor poeta vivo, y después de haber glorificado a Julio César y divinizado como Júpiter al propio Augusto en sus todavía inacabadas Metamorfosis. Revalorizar la obra ovidiana del destierro, en la que describe su sufrimiento y la nostalgia de la patria y de la vida junto a los suyos, es una tarea siempre necesaria. El lirismo de pasajes tales como la elegía de la última noche en Roma o los dedicados a su esposa hace de Tristezas y Pónticas –cuya belleza formal sólo es comparable a la profunda y embriagadora melancolía que connotan sus versos– unos textos únicos merecedores de ocupar un lugar privilegiado en la historia de la literatura universal.

Editorial

Akal

Colección

Clásica

Fecha de Edición

17/5/2010

Encuadernación

Rústica

Medidas

110×170 mm

Páginas

560

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